jueves, 25 de agosto de 2011

CAPITULO4

Habían pasado tres meses desde que a mi hermano una moto le pilló y falleció.
Helena no estaba conmigo, se marchò a Inglaterra, pero nos llamábamos cada semana.
Mi vida ya no era lo mismo, notaba un vacío, un inmenso vacío. Además Mario me había marcado, pero ya no volví a saber nada más de él.
Era otra mañana de las de los  365 días del año, me levanté, desayunè y me fuí al instituto. Estaba segura de que iba a ser otro día màs con la señorita Margaret, llegué a clase y me senté en mi mesa, miré a mi estantería y notè un bulto extraño, me volví a levantar y me acerqué, lo cogí. Era mi bolso, el bolso que se llevó Mario. Estaba intacto, tenía una carta: `` Que sepas que en el fondo soy buen chaval, y que te devuelvo el bolso. Por cierto, he quedado esta tarde con Lucia y con otros amigos en el cofe´s, vènte anda, y te explico cómo he entrado en tu clase, un beso.´´ Era un cielo de niño, era el primer chico con el que hacía una locura así.
Terminaron las clases, y llegué a casa. Me duchè. Después de tantos meses volvía a tener ilusión, aunque sòlo fuera a pasar una tarde con unos amigos, me sentía con ganas de volver a sentir.
Me puse unos leggins negros, una camiseta rosa y unas nike. Iba muy simple, pero nada mal. Me peinè y me maquillè. Tenía un pelo de fácil uso y me hacia mogollón de recogidos, ese día en cambio me lo dejè suelto con una diadema negra.
 Cogí el bus 21, que me dejaba enfrente del cofe´s. Entré, estaba nerviosa y lo ví. No había cambiado mucho, sòlo que era más guapo y algo más alto.
Volví a mirar y me quedé tonta perdida, estaba solo, él solo, él y su cerveza. Me acerqué y le dì dos besos:
-¡Cuánto tiempo Mario! Yo que creía que te quedarías para siempre con mi bolso. ¿Oye, y los demás?
-No van a venir, la verdad que no he quedado con ellos. ¡Soy bueno eh!
-Dios, què liante. Bueno antes de nada, ¿cómo es que has sabido a què clase voy y has conseguido entrar?
-Porque mi madre es la señorita Margaret.
-¡¿Que tu madre es quièn?!- no daba crédito a lo que oía y con un `` què maja ella ´´ cambié de tema.
Mantuvimos una larga charla, fue divertido, hacía mucho tiempo que alguien así no conseguía sacarme una sonrisa. Era el típico dulce pero a la vez tenía un punto de macarra. Helena siempre me decía que me ilusionaba muy fácilmente, pero yo era así, sabía que nunca se me quitaban las ganas de jugar con el mismo error, que no me daba miedo jugar con fuego y quemarme, aùn menos.
Nos despedimos y fuì hacia mi casa. Esta vez sí tenía su número. 636009118. ¡Que fácil era!
Pasó la semana con tranquilidad.

sábado, 20 de agosto de 2011

CAPITULO 3


Salimos a la calle y eran las diez de la noche, era viernes. Esa noche teníamos botellón en el parque, pero no tenía ni un duro. Suponía que me tocaría liarme con algún chico, porque si no volvería a casa igual de fresca.
Mi madre no se preocupaba mucho por mí, además ya lo tenía asumido.
Tenía ganas de disfrutar a tope de la noche, ya no nos quedaban muchas noches juntas si Helena se marchaba. Llevaba puesto un vestido negro, con bastante escote, el pelo me lo recogí en una trenza y me marquè mucho los ojos. Mis tacones median ocho centímetros, tenía complejo de enana. Helena era más atrevida a la hora de vestir con colores, ella era más de flores pero esa noche no me impresionó. Unos pitillos y unas zapatillas, bien cómoda iba.  En el pelo se puso un pañuelo rojo y me susurrò al oído que tenía un regalito en el bolso. Era un colgante. Que lo íbamos a llevar las dos. Un corazón en dos trozos. Uno para cada una.
Llegamos al parque, mogollones de coches con las puertas abiertas hacían que sonara música.
Nos acercamos a donde Samanta y Lucia, llevaban vodka negro con coca cola, después de pasarnos unos tragos Samanta se quedò con Helena y Lucia me pidió que le acompañara a donde unos amigos. Llegamos a donde ellos y me los presentó: Mario y Carlos. El que más atención me llamò fue Mario, era de pelo rubio, llevaba unos pitillos y una camiseta de Jart. Me gustaba su estilo. El otro, Carlos era un delgaducho de mala pinta, además de feo y grosero.
Mario me empezó a hablar:
-¿Y cómo es que una chica como tú, se acerca por estos alrededores?
-No es necesario que me digas que soy demasiado elegante- le contestè con un tono irónico.
-¿Y bueno Sandra, así te llamabas no? Entonces, me dices que eres una de esas niñas del colegio Santa Clara, con cuadritos, y que le da miedo decirle a mama que a la noche  ha estado con muchos chicos.
-Si me estas llamando guarra, estàs equivocado, y aun que si vaya al Santa Clara, odio a esas niñas al igual que tù. Dàme un piti anda.
-¿Hala, si eres de las malotas eh? ¿Entonces si te cojo esto vendrás detrás mío no?- me quitó el bolso y salió corriendo.
Me había caído bastante bien. Corrí detrás de él y nos perdimos por unos árboles, lo perdí de vista. Me senté en un banco a esperarle. No apareció y se había  llevado mi bolso pero no llevaba nada dentro importante. Me fastidiaba màs, que no tenía ni su número de teléfono, ni sabía dònde vivía ni estudiaba. Mientras que una ráfaga de viento recorrió mi cuerpo, presentí algo malo, y de repente gritos y sirenas empezaron a sonar. No sabía lo que era aquello, pero decidí volver al parque. Había una multitud de gente, me apresurè pero no conseguía ver nada. No sabía dónde estaban ni Helena, ni Samanta, ni Lucia.
Me agaché y ví una cadena de oro con una cruz, se me hacía familiar. Era la de Maikel, apartè a toda la gente y allí lo vi, tirado en el suelo con esa manta por la cabeza. Empecè a llorar, no sé ni cómo ni por què, pero había perdido lo único que me quedaba en mi familia, mi hermano no estaba. 

sábado, 6 de agosto de 2011

CAPITULO 2

Bajè a cenar, y mi madre estaba llorando, hace mucho tiempo que no le daba ningún gesto de cariño pero lo intentè:
-¿Mama, què te ocurre?
-¿Què he hecho yo para que seáis así? Dime, què error he cometido?
-Tú no has hecho nada mama, lo siento, de verdad.
A veces nos pasábamos con ella, la pobre no había hecho nada y por mucho que se esforzaba no conseguía pararnos los pies. Toda mi familia teníamos carácter fuerte, éramos orgullosos, muy orgullosos, y yo era muy ilusa.
Todavía el sol no había aparecido, era muy pronto, apenas eran las ocho de la mañana.
Lleguè al colegio y vi a Helena, me acerquè a ella y  le dì dos besos. Notè que estaba diferente a los demás días;  la vi alegre pero a la vez triste:
-Helenita hija, cuéntame.
-  ¡Que me la han dado! ¡Que me la han dado!
-¿La beca? ¿La has conseguido? ¡Eres grande tía!
-Me voy dentro un mes a Inglaterra, voy a pasar todo el curso allí.
-¡O no! eso quiere decir, que te vas tú, y que me quedo yo.
Me hundí con todo, era mi único apoyo y la iba a perder, era mi mejor amiga, y se iba. Era imprescindible en mi vida, era mi compañera, era otra hermana. De todas formas me alegré mucho por ella, éramos del mismo barrio, no un barrio muy decente, donde las peleas y la policía lo arrasaban todo, tenía derecho de empezar una nueva vida. Vivía con su abuela, su padre mató a su madre y luego se suicidó, y su hermano tenía tres añitos. Tenía una mente privilegiada y la estaba desaprovechando, se estaba uniendo a nuestro mundo, al alcohol y a las drogas y no lo quería para ella, yo ya lo tenía todo perdido, pero ella podía salir de allí y escapar.
Esa tarde fuì a su casa, entramos en su cuarto y empezó a llorar, sacó unas fotos de sus padres y  empezó a sollozar:
-¿No se lo merecía sabes? Mi madre era la mejor, y él se la llevo. ¿Por què me dejaron sola Sandra? Si me voy, van  decir que he tirado la toalla, que en vez de quedarme aquí con los míos, me voy a kilómetros de distancia, y no os veré en un año.
-No, sabes lo que van a decir de tì. Que eres la persona que más se merece esa beca en todo el mundo, que eres la más luchadora de todas, y que tù vas a sacar adelante a los tuyos aunque estés en Júpiter. Tù no eres como tu padre, y lo sabes, tu no les vas a fallar, ¿sabes por qué?, porque eres igualita que tu madre, vamos, sòlo te falta el delantal. Tienes el mismo corazón  y la alegría, y sé que tu madre ahora te estará viendo desde allí arriba, donde los ángeles cantan, que irte a Inglaterra, por más que nos duela a los demás, es lo que debes hacer.
Salimos de la habitación y su abuela me invitó a cenar, había pastelitos pequeños de carne. Raúl el hermano de Helena se me acercó y me dio un beso, siempre lo hacía. Luego me enseñó un muñeco que al parecer le había llamado `` peta´´ y que la verdad que para nosotras dos ese nombre nos traían muchos recuerdos, cuando Raúl creciera sería el muñeco tema de muchas de nuestras conversaciones y risas. No quería ni saber de dónde  había sacado el dichoso nombre.

Tu mirada me hace grande, CAPITULO 1

Novena, èsa era la pregunta, la pregunta número nueve de aquel exàmen. Malditas las matemáticas, quien las habría inventado. El reloj no paraba, pasaban los segundos y los minutos, no me sabía la respuesta, sì, su respuesta era la que aquella noche dije `` esto no  estudio, que no me entra´´ y terminó por entrar. La señorita Margaret se acercó a  mì y quitándome el exàmen de las manos, me echò una mirada terrorífica. Me temía lo peor. Ojeò todo el exàmen y me dijo:
-Está bien señorita García, las notas las daré la semana que viene.
Sonò el timbre y salí de clase, odiaba a la señora Margaret, a las matemáticas, al número nueve y a esos cuadritos de la falda. Fuí a la cafetería. Mientras que tomaba mi almuerzo vi un nuevo cartel  `` GREASE ´´; dios ¡¡¡ otro musical ¡¡¡. En mi instituto eran muy famosos aquellos musicales, esos que a mí me daban vergüenza. Ahí  iban las niñatas. Yo en cambio lo primero que hacía al llegar a casa era quitarme aquella falda horrorosa y ponerme mis pitillos con aquellas camisetas anchas. Mi madre siempre me ha dicho que soy muy guapa y que debería de mostrarme, debería lucir más mi cuerpo, pero no me gustaba, nada de nada.
Entrè por la puerta de casa y mi hermano Maikel estaba discutiendo con mi madre, gritaban. Había vuelto a hacer algo, me miró y le guiñè el ojo- esa era nuestra señal de que había charlas pendientes-, subí a mi cuarto y como sabía que en nada subiría, esperè unos minutos y apareció por allí:
-¡Ay! Hermanito, ¿qué has vuelto a hacer esta vez?
-Eh  venga, a mi no me rayéis, ¿acaso te estás volviendo como mamà?
No quería parecerme a mi madre, ni mucho menos, había días en la que le odiaba, desde que se separó se convirtió en otra mujer, sòlo sabía mandarme y reprocharme todo:
-Sandra, mamà lo ha encontrado.
-¿Encontrar el que? No me jodas eh Maikel, no me jodas.
-Sí, adiós petas, pero tù tranquila que no sabe nada de que tú has pagado la mitad, bueno tù no, la verdad que ella lo ha pagado todo.
-Te debo una chavalín!
En el fondo mi hermano era el mejor, cuando echamos huevos a aquella casa ni mencionó mi nombre, aquella vez que le robamos frutas de la huerta a la señora Margaret  tampoco, era un cielo de chaval, y lo mejor es que era mi hermano mayor.
Salió de mi cuarto, y me quede mirándome al espejo. Me tenía asco a mi propio cuerpo. Me veía gorda, y esos dientes, no se parecían  nada entre ellos. El pelo rubio que me caía por los hombros que se terminaba enredando por las puntas y mis ojos negros azabaches, esos ojos eran los de mi padre. 
Estaba perdida en esta vida, el alcohol y los porros eran mi único camino de salida. Cuando me juntaba con Helena, me sentía otra vez yo, aquella jovencita que tenía motivación. Lo tenía todo perdido, mi padre vivía a dos mil kilómetros, mi madre en paro y mi hermano y yo así, sin nada en la vida. El colegio era otro de mis problemas, odiaba a todas esas niñas. Mi madre siempre pensó que un colegio así me llevaría por buen camino, pero yo creo que es lo único que me metió en todos los problemas.
La semana anterior me expulsaron, porque alteraba a todas las niñas, me peguè con Catalina, y como Jesucristo no lo permite, me expulsaron. Un año y me iba de ese colegio por fin.